Por: Miguel Godos Curay
Menudas sorpresas nos traen las páginas de los diarios. Son días de candidez y aparición de candidatos. Unos quieren repetir suculento plato y otros quieren comer del plato. En este mar de apetitos desbocados no faltan los predestinados, los vota plata que piensan que llegar al Congreso es colocar una aguja para sacar una barreta. Los que creen que si calentaron bien la silla en un cargo público es hora del pináculo final. Menudean los que creen son conocidos por tutili mundi y ni siquiera han logrado persuadir a los vecinos del barrio. Los que gastan sus ahorros porque creen que llegó la hora del jugoso emolumento. Los hay de toda especie y pelaje: grandes y chicos, gordos y sebosos, flacos y enjutos, agraciados y desgraciados. Meros y bagres.
Los hay con virtudes y defectos: Cojudos y cojudas profesionales, caraduras, impuntuales, mentirosos, profesionales y burócratas sin éxito, ingenuos encandilados en proyectos maravillosos, políticos envejecidos venerando la efigie desteñida del Jefe, del Arquitecto, o del cojudo mayor que creen tener condiciones para llegar al poder cueste lo que cueste. Otros tienen formación precaria. En exámenes de historia, geografía y derecho constitucional peruano sacarían cero sin miramientos. Presumen de todo realmente no saben nada.
En el Perú de hoy Sinesio López distingue hasta tres tipos de ciudadanos: Los ciudadanos cívicos que participan activamente en el ejercicio de sus derechos vigilan y se dejan vigilar en la conducción de la cosa pública. Son los moralmente elegibles porque se atan a una incuestionable responsabilidad. Son pocos pero son realmente personas capaces que como ocurre en realidad nunca son convocados ni llamados. Son los capaces genuinos. Los que se compran causas gratis por el bien común. La vida demuestra que nacieron pobres y probablemente mueran pobres porque se sostienen con su capacidad. No por el favor político. De tener el poder en sus manos lo utilizarán no para servirse sino para servir a los demás.
Otros son los ciudadanos “medradores” que piensan que el ejercicio de un cargo público es una forma pingüe de obtener dinero para vivir bien a expensa de otros. Son los que creen que llegar al Congreso es una forma de ganar bien sin hacer absolutamente nada porque tienes una recua de asesores. Son los que disfrutan con sensualidad inaudita del poder. Pueden pasarse el día contando chistes, no tienen personalidad porque la adecuan a todas las circunstancias. Una sub-especie de este orden infame son los camaleones que no tienen ni patria ni bandera.
Son los que capturan votos con filantropía vergonzosa regalando pelotitas y panteones baratitos en navidad. No escatiman usar el maquillaje de la esposa para la foto del afiche reeleccionista. En esta serie no sólo encontramos aspirantes al congreso también candidatos a Alcaldes y Regidores. Y contra lo que pudiera pensarse pendejos expertos que viven elaborando proyectos que nunca se ejecutan o acaban a medio hacer pero que aparecen en los planes de gobierno de todas las contiendas electorales.
Vea usted en esta seria: Remodelaciones de toda especie, parques y plazas, camales, terminales terrestres, mercados, auditorios.
Finalmente tenemos a los ciudadanos indiferentes. Los que creen que la política es sucia y por ello se desentienden de ella. En Grecia a esta especie de ciudadanos se les llamaba “idiotás” porque, renunciar, a la ciudadanía es una especie de idiotez. En esta legión encontramos a los candorosos evangélicos que eligieron a Fujimori y que expían hasta el final de sus días su humano error. Los que creen que hay que elegir “a los que roban pero hacen obra”. Los que creen que a los cristianos y devotos no les gusta el billete. A los que eligen la cara bonita. A los que creen que la política es asunto privativo de los políticos y por ello se convierten en espectadores de todas las desvergüenzas.
En tiempos electorales como plagas bíblicas aparecen los candidatos con sus promesas inacabables. Con su dulzura de bocadillo empalagan. Sus discursos son canto de sirenas. No pocos caen seducidos por su rollo engatusador otros les entregan casa y billete por la promesa de un beneficio que finalmente nunca llega. Al final acaban repitiendo: “la candidatura de periquito me costó cincuenta estofados” y al final nada.
Hay una candidez que no debe ser humana en este encantamiento sublimado que alela a los incautos. Algunos creen haber encontrado su Mesías a la vuelta de la casa. Otros viven y gozan con la fotografía que confirma la proximidad al futuro Presidente. La foto se reproduce infinitamente porque de ella brota la indefensión cerebral que importa el creerle a un político palurdo redomado y siete suelas. Si usted siente en la intimidad de su conciencia ese sortilegio de carretilla o no repara en ceñirse la vincha o salir por las calles con el cartel de su candidato. No repare en aterrizar a tierra. Mirar el polvo de sus bolsillos. Contraste su pobreza con esa opulencia efervescente que le atrae. Ronque grite, destápese la conciencia, no se enmiende. Recuerde con los ojos bien abiertos que de su elección depende el futuro de sus hijos.
Menudas sorpresas nos traen las páginas de los diarios. Son días de candidez y aparición de candidatos. Unos quieren repetir suculento plato y otros quieren comer del plato. En este mar de apetitos desbocados no faltan los predestinados, los vota plata que piensan que llegar al Congreso es colocar una aguja para sacar una barreta. Los que creen que si calentaron bien la silla en un cargo público es hora del pináculo final. Menudean los que creen son conocidos por tutili mundi y ni siquiera han logrado persuadir a los vecinos del barrio. Los que gastan sus ahorros porque creen que llegó la hora del jugoso emolumento. Los hay de toda especie y pelaje: grandes y chicos, gordos y sebosos, flacos y enjutos, agraciados y desgraciados. Meros y bagres.
Los hay con virtudes y defectos: Cojudos y cojudas profesionales, caraduras, impuntuales, mentirosos, profesionales y burócratas sin éxito, ingenuos encandilados en proyectos maravillosos, políticos envejecidos venerando la efigie desteñida del Jefe, del Arquitecto, o del cojudo mayor que creen tener condiciones para llegar al poder cueste lo que cueste. Otros tienen formación precaria. En exámenes de historia, geografía y derecho constitucional peruano sacarían cero sin miramientos. Presumen de todo realmente no saben nada.
En el Perú de hoy Sinesio López distingue hasta tres tipos de ciudadanos: Los ciudadanos cívicos que participan activamente en el ejercicio de sus derechos vigilan y se dejan vigilar en la conducción de la cosa pública. Son los moralmente elegibles porque se atan a una incuestionable responsabilidad. Son pocos pero son realmente personas capaces que como ocurre en realidad nunca son convocados ni llamados. Son los capaces genuinos. Los que se compran causas gratis por el bien común. La vida demuestra que nacieron pobres y probablemente mueran pobres porque se sostienen con su capacidad. No por el favor político. De tener el poder en sus manos lo utilizarán no para servirse sino para servir a los demás.
Otros son los ciudadanos “medradores” que piensan que el ejercicio de un cargo público es una forma pingüe de obtener dinero para vivir bien a expensa de otros. Son los que creen que llegar al Congreso es una forma de ganar bien sin hacer absolutamente nada porque tienes una recua de asesores. Son los que disfrutan con sensualidad inaudita del poder. Pueden pasarse el día contando chistes, no tienen personalidad porque la adecuan a todas las circunstancias. Una sub-especie de este orden infame son los camaleones que no tienen ni patria ni bandera.
Son los que capturan votos con filantropía vergonzosa regalando pelotitas y panteones baratitos en navidad. No escatiman usar el maquillaje de la esposa para la foto del afiche reeleccionista. En esta serie no sólo encontramos aspirantes al congreso también candidatos a Alcaldes y Regidores. Y contra lo que pudiera pensarse pendejos expertos que viven elaborando proyectos que nunca se ejecutan o acaban a medio hacer pero que aparecen en los planes de gobierno de todas las contiendas electorales.
Vea usted en esta seria: Remodelaciones de toda especie, parques y plazas, camales, terminales terrestres, mercados, auditorios.
Finalmente tenemos a los ciudadanos indiferentes. Los que creen que la política es sucia y por ello se desentienden de ella. En Grecia a esta especie de ciudadanos se les llamaba “idiotás” porque, renunciar, a la ciudadanía es una especie de idiotez. En esta legión encontramos a los candorosos evangélicos que eligieron a Fujimori y que expían hasta el final de sus días su humano error. Los que creen que hay que elegir “a los que roban pero hacen obra”. Los que creen que a los cristianos y devotos no les gusta el billete. A los que eligen la cara bonita. A los que creen que la política es asunto privativo de los políticos y por ello se convierten en espectadores de todas las desvergüenzas.
En tiempos electorales como plagas bíblicas aparecen los candidatos con sus promesas inacabables. Con su dulzura de bocadillo empalagan. Sus discursos son canto de sirenas. No pocos caen seducidos por su rollo engatusador otros les entregan casa y billete por la promesa de un beneficio que finalmente nunca llega. Al final acaban repitiendo: “la candidatura de periquito me costó cincuenta estofados” y al final nada.
Hay una candidez que no debe ser humana en este encantamiento sublimado que alela a los incautos. Algunos creen haber encontrado su Mesías a la vuelta de la casa. Otros viven y gozan con la fotografía que confirma la proximidad al futuro Presidente. La foto se reproduce infinitamente porque de ella brota la indefensión cerebral que importa el creerle a un político palurdo redomado y siete suelas. Si usted siente en la intimidad de su conciencia ese sortilegio de carretilla o no repara en ceñirse la vincha o salir por las calles con el cartel de su candidato. No repare en aterrizar a tierra. Mirar el polvo de sus bolsillos. Contraste su pobreza con esa opulencia efervescente que le atrae. Ronque grite, destápese la conciencia, no se enmiende. Recuerde con los ojos bien abiertos que de su elección depende el futuro de sus hijos.